Falsos autónomos de Cepsa: un colchón en el almacén y 14 horas de jornada laboral

 

 

 

Una sentencia confirma que la empresa contrata como autónomos a trabajadores a los que impone horarios y precios de venta

Autor Cristina Suárez Contacta al autor@cristinasuarez

Esther (nombre ficticio) lleva más de un año trabajando como autónoma. Así lo demuestra su contrato: “presta sus servicios” al Grupo Cepsa como comercial de carburantes en una de las más de 1.500 gasolineras que el grupo empresarial tiene distribuidas a lo largo y ancho de la Península. Lo hace subcontratada por la empresa Cedipsa (Compañía Española Distribuidora de Petróleos SA).

Como cualquier otra trabajadora autónoma, Esther atiende a todas sus obligaciones tributarias cada mes. Paga la cuota, el 21% de IVA y el IRPF. Cada trimestre, calcula, puede dejarse un total de 3.000 euros solo en estos pagos.

Tras varios trabajos temporales, Esther dio con una plaza libre en esta empresa. Pasó todas las pruebas de selección y cuando la llamaron para decirle que el puesto era suyo, montó una fiesta en casa. Iba a a cobrar una parte fija de más de 2.000 euros, una variable de 12 céntimos por litro de carburante vendido y entre el 9 y el 12% de lo que vendiera en la tienda de conveniencia.

“Me salían muy bien las cuentas trabajando 364 días al año”, explica. “Tiempo después descubrí que aunque era yo la que hacía todo el trabajo, quedaba completamente atada a las directrices de Cepsa”.

Y es que la rutina laboral de Esther implica mucho más que solo expender gasolina. También vende los productos de la tienda, actualiza el inventario, supervisa las recargas de los depósitos, habla con los proveedores y revisa la documentación de la gasolinera para mantenerla en orden. En resumen: es el corazón y los pulmones de esa estación de servicio.

A pesar de ser imprescindible, Cedipsa es la que le ordena abrir a determinadas horas, decide qué productos vender, los precios y hasta la forma de colocar las etiquetas. Nada pasa por válido si no tiene la aprobación de la empresa. Esther lo tiene muy claro: “Soy una falsa autónoma de manual”.

Más de 14 horas, sin descanso

Uno de los puestos que se ofertan es, precisamente, el que hace Esther. Oficialmente, este empleo le permite “conocer las últimas novedades de ‘marketing’ y gestión comercial, desarrollarse en el negocio de ventas de los productos y satisfacer las necesidades de nuestros clientes”.

Extraoficialmente, Esther no consigue llevar a su casa más de 900 euros al mes y pasa 14 horas diarias en la gasolinera. A ese tiempo hay que sumar las veces que tiene que quedarse hasta bien entrada la madrugada para hacer inventario o revisar documentación. “No he descansado ni un solo día, ni siquiera en Navidad o en Año Nuevo. Cuando llego a casa es hasta demasiado tarde como para ver a mis hijos, que ya están durmiendo”, lamenta Esther.

Desde la plataforma Unión de Autónomos Uatae, que trabaja con este tipo de denuncias todos los días, calculan que en España hay más de 225.000 trabajadores en situación de falsos autónomos. Gran parte de este problema lo achacan a una raíz de “estado de excepción” para las empresas “que han practicado el fraude ante la ausencia de impedimentos legales”.

De cara a la realidad, Esther es ‘cofista’. El término viene del inglés ‘company owned dealer operated’, una forma de gestión en la que la estación de servicio es propiedad de la petrolera pero arrienda su funcionamiento a un tercero.

En la Sección Sindical Estatal de CGT en Cedipsa calculan que se han registrado en cinco años un total de 200 trabajadores bajo esta categoría. “No solo hablan estos números, también el hecho de que los centros de gestión directa cayeron un 6% en tan solo un año”, explica su secretario general, Manuel Conde.

Los centros de gestión directa son aquellas estaciones de servicio donde Cepsa es tanto propietaria como gestora y contrata a trabajadores en nómina para cubrir todas las funciones. Si en 2013 había 627 centros directos, en 2014 pasaron a ser 587.

  

Varios empleos en uno

Las funciones que desarrolla Esther en su puesto son, precisamente, las que estipula el ‘Convenio colectivo de estaciones de servicio’ para varios grupos profesionales. Según este, la cofista está haciendo los trabajos que harían una encargada general, una vendedora-expendedora, una encargada de turno e incluso una subalterna —también limpia los aseos y vigila el local—.

Una demanda presentada en el Juzgado de lo Social de Barcelona en 2015 por otro cofista suscribe que estas condiciones laborales no son un caso aislado. El texto, al que ha accedido este diario, dicta que el denunciante realizaba “tareas de encargado general dentro del Área de Operaciones, de acuerdo con el convenio colectivo estatal de estaciones de servicio” y se veía “obligado a facturar a través de la condición de falso autónomo”.

También subraya que la exigencia por parte de Cedipsa de facturar como trabajador por cuenta propia “se ha ido imponiendo a lo largo del tiempo al resto de trabajadores por cuenta propia no reconocidos como tales”.

Desesperada por repartir la carga de trabajo, Esther se vio obligada a buscar a alguien más. Barrió para casa y dio empleo a un familiar para poder hacer turnos partidos. “Ni eso. Al final la responsable de la gasolinera soy yo y yo tengo que dar la cara por todo lo que pase en la estación”, insiste.

En un momento de la entrevista, el teléfono móvil le suena insistente. “¿Ves? Es así 24 horas. Cualquier tontería se convierte en un problema. Si entraran a robar, no dudarían en llamarme a cualquier hora para ir”. A veces ha recibido notificaciones de la empresa a las dos de la mañana.

“Iba a ser la salvadora de la gasolinera”

Mientras Esther pasaba las noches en blanco en su gasolinera, a más de 100 kilómetros Isabel (nombre ficticio) preparaba su colchón para dormir en el almacén. Su casa quedaba a más de 40 kilómetros y a veces se le hacía tan tarde y tenía que abrir tan pronto que le merecía más la pena pasar la noche allí. Llegó a estar tres meses sin ver a su hijo.

En su caso, conocía previamente el sector del carburante. Había trabajado como expendedora, también en Cepsa, pero sentía que no ganaba lo suficiente como para cubrir todos los gastos holgadamente. Por eso no dudó en aceptar cuando le dijeron que como cofista podría ganar hasta 500 euros más.

“Me lo vendieron como que la estación estaba en las últimas y que yo podía ser su salvadora ganando mucho dinero”, recuerda. “No dudé en aceptar y luego me llevé la sorpresa”.

Según los expertos de la plataforma de autónomos de Uatae, un caso de falso autónomo puede detectarse por tres características: la ajenidad (trabajar con los medios provistos por otro), la dependencia (obligación de cumplir horarios y un puesto de trabajo) y la retribución (el beneficio del trabajo va destinado a un único pagador).

El contrato de la cofista, al que ha tenido acceso este medio, figura como un contrato de “prestación de servicios”. En él, Cedipsa se refiere a Esther como una empresaria y no como una empleada. Desde Uatae aseguran que revestir los textos “de un vocabulario que desvincula la relación laboral entre trabajador y empresa” también es algo muy frecuente en estos casos.

En el documento, Cedipsa no oculta la enorme carga de trabajo, pues a lo largo de las más de 10 páginas especifica todas y cada uno de las obligaciones que deberá cumplir. Además, impone los precios de venta al fijar que “el empresario venderá a los usuarios los carburantes de conformidad con los precios de venta al público y las técnicas de venta de Cedipsa”.

También especifica el horario de apertura y obliga al trabajador a “llevar una contabilidad detallada en todo momento a disposición de Cedipsa”. De las cuotas a pagar por estar dado de alta como autónomo no se encuentra nada. No obstante, Cepsa insiste en que los empleados trabajan con autonomía “en su gestión de aspectos como horarios, turnos, gestión de pedidos de combustible, gestión de lavado, recepción de mercancías, entre otros”.

 

Sobre la información de las obligaciones tributarias de sus ’empresarios’, al ser preguntada por este diario, la empresa se mantiene firme en que “los empresarios que optan por este modelo de negocio son plenamente conocedores del mismo en todas sus vertientes de gestión, incluyendo aspectos técnicos y comerciales así como los fiscales, de Seguridad Social y laborales”. En cambio, Esther e Isabel dicen sentirse engañadas. “Un ciudadano de a pie no está familiarizado con esta terminología y no se llega a imaginar que tendrá que pagar tantas cosas”, protestan.

A diferencia de su compañera, Esther no conocía en absoluto cómo funcionaba una gasolinera. Dice no haber recibido formación de la empresa, a pesar de que así lo indica el contrato en la cláusula quinta. “Lo aprendes con el tiempo, pero es agobiante. De repente te encuentras con un camión que viene a descargar 30.000 litros de combustible y te das cuenta de que estás pisando sobre una auténtica bomba de relojería”. Sobre esta cuestión, Cepsa mantiene que el cofista “cuenta con toda la información necesaria en materia de prevención de riesgos laborales”.

Miedo a hablar

Dentro de la zona de suministro de Esther hay más de 10 estaciones de servicio con cofistas al frente. Las veces que Esther ha hablado con ellos pueden contarse con los dedos de la mano. El único espacio de comunicación que comparten es el grupo de WhatsApp en el que el jefe de zona es administrador.

Los cofistas no hablan entre ellos por miedo. Son conscientes de que algunos tienen más ventajas que otros y que compartir sus problemas puede traer serias consecuencias. “No hablamos de dinero porque no todos estamos en las mismas condiciones. Yo sé que tengo compañeros a varios kilómetros con precios distintos a los míos”.

Y es que el cambio de precios es otro de los grandes problemas de ser cofista. Habiendo dos gasolineras relativamente cercanas, Cepsa puede decidir reducir los precios de la más alejada, desviando el tráfico a su antojo. Por ejemplo, en una estación se puede aplicar un 8% de descuento al total del carburante pero en la siguiente un 10%. Esto afecta directamente a los trabajadores, puesto que su sueldo depende íntegramente de las comisiones que se cobren por las ventas.

“Por muy bien que trabaje, por muchas ventas que haga, yo no puedo competir contra algo así”, asegura Esther. “Es imposible calcular cuántos clientes voy a recibir al mes y cuánto voy a cobrar por ello”.

La Justicia les da la razón

Cuando Isabel no pudo más, decidió presentar en el Juzgado de lo Social nº10 de Barcelona una demanda contra Cedipsa. Al llegar a oídos de la empresa, esta reconoció que Isabel trabajó como falsa autónoma durante más de un año para así evitar el juicio. Como es habitual cuando se destapa un caso así, la empresa pagó como nómina lo equivalente al tiempo en el que la trabajadora estuvo como cofista. Isabel ha vuelto al principio: ahora trabaja como expendedora.

Sin embargo, no todas las demandas se han quedado en los archivos. Salamanca guarda una sentencia firme contra Cedipsa. En abril de 2016, la Inspección de Trabajo denunció una infracción grave en una estacíon de servicio de la N-620 al descubrir que los empleados no habían sido dados de alta en la Seguridad Social.

Se levantó acta solicitando una sanción por un total de 30.000 euros y el pago de todas las cuotas pendientes a la Seguridad Social y el juez dio la razón a los cofistas: existía relación laboral.

Las demandas continúan presentándose, aunque de momento ninguna más ha llegado a juicio. Aunque cada vez hay más casos que salen a la luz, desde Uatae consideran que todavía se necesitan más leyes, además de una fuerte denuncia social, “para que las personas no permitan ni avalen a estas empresas que precarizan hasta tocar el nivel de esclavitud”.

¿Has trabajado en condiciones similares en el sector del carburante? Contacta con nosotros a través de investigacion@elconfidencial.com.

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El Confidencial. Cris Suárez.